- Mi Vida conmigo -

The Importance of being me.

martes, noviembre 29, 2005

Mujeres Asesinas.


“¿Sabes lo que sentí cuando te perdí? ¿Cuándo me di cuenta que no estabas? ¿Acaso lo imaginas? No. Por que vos sos así: Egoísta.”
Sara escupió las palabras con violencia, no le importaba estar en el medio de la calle, ni que la gente se detuviera a ver el espectáculo que estaba montando. La gente no le importaba. Los oía mascullar pese a que sus labios no dijeran nada. Estaba acostumbrada a esa hipocresía rutilante y descarada. Miró a todos lados, una y otra vez. Miro y solo obtuvo la desaprobación de todos. “Hipócritas” pensó ignorando el ruido ajeno. Siguió mirando, pese a todo, miraba una y otra vez a todos lados y a ninguno en particular. Todo con tal de no mirarlo a él. No quería, se resistía con toda su voluntad y con toda la fuerza de su cuerpo.
Sentía una furia silente, sentía un dolor que le escocia el alma. Sentía un agujero en el centro de su corazón. Sentía un dolor que penetraba cada una de sus células y que le impedían pensar. Deseo poder caerle a golpes, si, deseo golpearlo hasta que el dolor de su cuerpo, mente y alma cediera y – como por arte de magia – se fuera con él, tal como había llegado.
Pero lo amaba demasiado, aun en silencio, lo amaba como el primer día. En su fuero interno espero a que él se acercara para abrazarla con su penetrante perfume y sus modales de caballero. Esperaba que la tomara en sus brazos y la estrechara contra su cuerpo, que le susurrara cosas delicadas al oído, que le dijera lo que ella quería oír: Que era amada como la primera vez. Que el mundo de él se destruia, tal como le pasaba a ella, sino intuia su precencia. Pero sabía que eso era otra vil mentira de las tantas que se decía, que jamás ocurriría.
Quizo romper a llorar. Quizo caer en el suelo y deshacerse en llanto, romper su orgullo y mostrarle las lagrimas que era capaz de derramar por él. Pero no pudo. Podía más su ira que su amor ¿O era su amor tan casto y puro lo que le impedía llorar? Si, eso era. No permitiría que unas lagrimas encadenadas a ira destructiva mancillaran su casto amor. No. Definitivamente no derramaría una sola lagrima por él. No así.
Finalmente lo miró: Era una belleza. Con su metro ochenta de pura fuerza masculina, con esos ojos color miel que conquistaban todo cuanto se proponían, con su nariz griega digna de Apolo y su boca de deliciosos labios finos que derretían todo con sus besos él era la encarnación del ideal de hombre. Su ideal de hombre. Se perdió en la profundidad de sus ojos. Miró y viajó.
Volvió atrás en el tiempo.
Se retrajo a esos momentos donde él la miraba, la abrazaba y la amaba. Recordó los tiempos en los que su fuerza era la de él, los momentos en los que él la sostenía con la firmeza de sus brazos y tenia el efecto de un escudo protector que la cubría de todo daño. Cuando él aparecía, todo tenía solución. Pensó en como la había dejado: desvalida y sola en medio de una jungla desconocida y extraña. Pensó en como se sintió luego, como vio lo enfermizo de su amor, lo cancerigeno de sus sentimientos. En lo asfixiante de su soledad.
No quiso pensar. En ese momento no quería pensar más.
Ella era fuerte, lo sabía. Tenia potencia y vibraba de vida antes de toparse con él, antes de enredarse en su vida. Antes de que él mezclara cada parte de su ser y confundiera sus mas intimas certezas.
Pero viajó mas, mucho mas atrás. Quizo detenerse, pero la inercia pudo mas: Vió como era todo. Observó como eran las cosas antes de su llegada y como se habían trastocado luego. Como ahora se encontraban fuera de foco. Sintió crudamente esa amarga sensación que la asaltaba de repente en alguna que otra ducha mientras, partida por el dolor, se debatía entre llorar el fin y celebrar el comienzo. Repasó la gama de sensaciones que la inundaban día a día: desde el vivo pavor, pasando por la soledad e incapacidad, hasta la certeza de que pasara lo que pasara siempre saldría adelante. Caviló – en su precario estado mental – en aquellos momentos anteriores en que vibraba al son de una serenata secreta que la impulsaba a vivir nuevas emociones, sentir nuevas experiencias y gritar a viva voz su alegría por esta viva. Agriamente repasó los momentos fatídicos en que esa voz, siempre fuerte y rozagante, se fue aletargando hasta no ser mas que un murmullo sin sentido. Un eco muerto. Tan muerto como ella. Pensó en como los colores que la rodeaban se teñían de un gris cada vez más opaco, hasta adquirir la tonalidad de una baldosa de esas que se pisan anónimamente en la acera.
Pero no: Se deshizo de esas cavilaciones. Lo que sentía por él era amor. Verdadero amor ¿Qué más sino?
Se golpeó torpemente la cabeza mientras lo miraba con los ojos rojos por la presión de las lagrimas en un intento de sacarse esas imágenes que se le antojaban caprichosamente falsas. Lo que sentía era real. Ello lo amaba. No habia duda ¿O si?
Deseo infantilmente que aquello no fuera mas que una pesadilla de las tantas que tenía desde que él la había dejado. Fantaseó deseando despertar de aquel horrible sueño y sentir que su cuerpo se encontraba junto al suyo cuidándola como antes, dandole calor. Haciendola sentir segura nuevamente. Volvió a mirarlo. Intentó perder nuevamente la mirada en sus ojos, pero algo había cambiado. Algo ya no era igual. Una furia ciega nubló su mente y la desquició mas.
Apuntó firmemente, mientras oía los murmullos de la gente, aterrorizada ante lo que contemplaba.
La sangre galopaba gelida por sus venas. Su corazón latía cada vez mas furioso, listo para el remate definitivo, listo para cruzar el punto de no retorno. Deseo odiarlo. Con toda su alma lo deseo, con todas sus fuerzas intentó odiarlo. Todo decia que debia odiarlo.
Y lo odió.
Y disparó.
Y su cuerpo se estremeció en el eco del estallido.
Y su espiritu se perdió en el agujero negro como el ébano del disparo.
Y su mente se posó en esa anónima baldosa que acababa de matar.
Lo amaba, no lo dudaba y era el amor que le tuvo y le tenia lo que impedia que descargara su odio. Le debía mucho. Pero habia que seguir, con o sin él todo estaría bien.
Dirigió su mirada hacia él. Le sonrió calidamente. Dejó caer el arma y, libre, se perdió entre el gentío.
Se sacó el maquillaje mientras caminaba rápidamente hacia nuevas aventuras y desafíos. Se lo quitó pensando en lo intenso de su presente y lo misterioso de su futuro. Se lo quitó liberandose de su pasado.
Dentro suyo y todo a su alrededor sintió la serenata resonar y el resurgir de los colores mientras pensaba “Yo no soy como ellas, yo no soy como las Mujeres Asesinas”
“Yo soy libre”


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3 Comentarios:

A la/s 4:34:00 p. m., Blogger Loca_Sola dijo...

Increíble.. Quién lo escribió?

 
A la/s 6:35:00 p. m., Blogger Una Pepina dijo...

opa!!!!!!
no comments.

 
A la/s 9:18:00 a. m., Blogger Rain dijo...

Loca_Sola: yo, primero el boceto en Juana (presentada a todos mas abajo) y luego trasladada a la PC donde se pulieron las aristas.

Cynthia: Gracias.

Pepi: Idem.

 

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